En nuestra familia siempre hemos vivido la Semana Santa de un modo muy activo, pero también nos gusta adaptarnos a las circunstancias.
Y, como "de los Pirineos p'arriba" las costumbres son otras, nos hemos sumado a la celebración de la Pascua más centroeuropea.
Desde varias semanas antes de Pascua, aún en Carnaval y durante la Cuaresma, el color amarillo de la flor del narciso lo inunda todo.
Comienzan a aparecer gallinas que ponen dulces huevos de chocolate, simpáticas liebres que esconden más huevos en los jardines durante las noches y las campanas repican lanzando huevos a los niños.
Florecen huevos decorados en las ramas de los árboles y se crían pequeños corderitos de dulce bizcocho para ser "sacrificados" el día de Pascua.
Mis chicos mayores han disfrutado enormemente pintando sus propios huevos (algunos de ellos de un modo bastante particular)